6 de Diciembre: El Contrato Social que Marcó a España

¿Cómo una constitución de 1978 sigue definiendo el futuro de un país diverso y dividido?

POLÍTICAHISTORIAATUROLLO

12/6/2024

El 6 de diciembre de 1978, España ratificaba su Constitución, un hito en la transición democrática tras décadas de dictadura franquista. En su momento, el texto fue aclamado como un pacto ejemplar entre fuerzas ideológicas opuestas, que buscaban reconciliar un país roto por la guerra y el autoritarismo. Fue la base para un modelo de Estado descentralizado, que reconocía las autonomías y prometía derechos y libertades para todos. Pero, 45 años después, ¿sigue siendo ese documento tan relevante como solemos proclamar cada diciembre?

El contexto histórico de la Constitución es crucial para entenderla. Fue el resultado de concesiones mutuas, un ejercicio político de funambulismo que permitió a comunistas, franquistas reformistas y nacionalistas regionales sentarse en la misma mesa. Su lenguaje inclusivo y abierto estaba diseñado para soportar tensiones futuras. Sin embargo, este enfoque ambiguo también ha sido su mayor debilidad. ¿Qué significa exactamente "unidad indisoluble" en un país donde Cataluña y el País Vasco reclaman mayor independencia?¿Es la "igualdad ante la ley" una realidad o una aspiración en un sistema con desigualdades territoriales y sociales?

A lo largo de los años, la Constitución ha demostrado tanto flexibilidad como rigidez. Por un lado, ha permitido la integración en Europa, reformas legales y avances sociales. Por otro, su blindaje político ha dificultado actualizar ciertos aspectos fundamentales. Las generaciones más jóvenes la ven como un texto anacrónico, elaborado por y para un contexto que ya no existe. Para muchos, la monarquía parlamentaria es un anacronismo en un mundo que avanza hacia la transparencia y la rendición de cuentas.

A pesar de las críticas, el 6 de diciembre sigue siendo un día de reflexión sobre lo que significa ser español. Es un recordatorio de que los acuerdos, aunque imperfectos, son preferibles a los conflictos. Pero también nos plantea preguntas incómodas: ¿es posible una nueva Constitución que refleje mejor los valores actuales? ¿Tenemos la madurez política para reescribir las reglas sin caer en la polarización que intentamos dejar atrás.

La Constitución de 1978 es un espejo de nuestra historia, pero ¿es también una brújula para el futuro? Quizás sea hora de releerla no solo como un documento legal, sino como una conversación pendiente sobre quiénes somos y quiénes queremos ser.